Había una vez...

Sobre cuentos no está todo dicho. Y esos inicios tan archiconocidos... "Había una vez", "Érase una vez", "En cierta ocasión". Tendríamos que actualizarlos.

Pero, claro, perderían su encanto y dejarían de ser esos cuentos tradicionales, de toda la vida. En cuanto una persona escucha "Había una vez" se pone atenta. Sus músculos se izan. Llega algo a su mente que será, en parte cierto, en parte falso. ¿Y si reconoce el cuento? Puede ser otra versión. Posiblemente, con los tiempos, se haya actualizado Caperucita Roja y el lobo lleve un móvil con el que fotografíe a la niña y pase la imagen, retocada, a todas las gentes del pueblo. Puede abrir un perfil falso para ligarse a todas las jóvenes del lugar y comerse a esa abuela que pretende salvar a las niñas de un depredador. 

Había una vez...

Ahora se impone cambiar los cuentos, los personajes y los argumentos. Recuerdo la canción del lobito bueno, al que maltrataban los corderos. Es un caso de acoso, del cual tenemos, ahora, mucha información. Ahora los lobos son maltratados por manadas de corderos que quieren ser iguales a él. Y a las abejas Mayas se las trata de locas, de feminazis. Los Willies son militantes que usarán, los partidos políticos, como cabezas de turco para conseguir sus propósitos. Qué contentas estarán las madrastras de Cenicienta y de Blancanieves observando, la una, a sus hijas casadas con buenos partidos y licenciándose el dinero público. Y, la otra, quitándose de en medio a la gente que le haga sombra. 

Sigamos. Los Aladinos son intermediarios que explotan a la gente del tercer mundo y se aprovechan de ellos, engañándoles, para que el Sultán les deje casarse con su hija. Porque esos Cadís o dirigentes árabes, no cesan de ir en coches de lujo y de viajar por todo el mundo, de construirse todo tipo de encantos para su uso personal mientras van pidiendo por los niños de sus países a los occidentales. Hace mucha gracia ver cómo un príncipe árabe pide ayuda para sus súbditos y luego sube, a Instagram, sus fotos jugando con un dron, vistiéndose con un traje de buzo que cuesta un año de mi hipoteca. Pues, querido amigo, haz el favor de dejarte de tantos caprichos y sé el primero en invertir en tu propio pueblo. ¿De qué te sirve tener un coche con carrocería de oro?

Y colorín colorado...

Por este instante, el cuento se ha terminado. Antes sabían contar muy bien una realidad enmascarada en la historia de tres animales o de personajes imaginarios que no hacían más que denunciar situaciones muy conocidas por las gentes del pueblo, las cuales dejaban el hambre y la pobreza escondidos en el regocijo de ver a las marionetas o a los actores dándose mamporros. Por unos minutos olvidaban que, esa  noche, sólo habría migas de pan en su cuenco de la cena. Qué forma de jugar con las emociones y los sentimientos. Es que no paramos. No, no nos detenemos en la manipulación.

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