14/11/18

Premios, castigos y demás

Hablando con mi hijo, descubrí lo que se halla detrás de los premios, castigos y demás.

La verdad: lo cierto es que, ya de joven, me daba igual recibir premios o no. Está bien que las personas queridas hagan reconocimientos. A todo el mundo le gusta, no lo voy a negar. Pero hay otro tipo de reconocimientos que son más estimados que una copa, un diploma, medallas o este tipo de cosas. Y, reflexionando, me he dado cuenta de que no los necesito. Realmente, nunca me han hecho falta.

Premios, castigos y demás

Los seres humanos somos sociables y la sociedad en la que nos queremos insertar o ser aceptados nos pone unas condiciones: estar sanos, poder trabajar, contribuir a la sociedad económicamente, con hijos, con una familia, etc. Pero la doble moral y los prejuicios corrompen a la sociedad y obliga a que los individuos no sean felices por ser ellos mismos y trabajar en lo que le gusta. Nos ha hecho competitivos y buscamos más de todo: poder, dinero, belleza, etc.

Reflexionando, junto a mi hijo, tras el anuncio de una noticia, me alegré de haberle dado una respuesta más sensata que premiadora o castigadora: me alegré de su decisión, tomada tras haber estudiado el caso y alabé que él mismo hubiera reflexionado sobre el caso y fuera responsable de su decisión, bastante positiva para él. No para mí, según los parámetros en los que fui educada. Pero sí, me siento muy orgullosa de él.

Según esos parámetros, tenía que haberle echado la bronca padre, habérmelo comido, humillado, recordarle lo bueno o malo que es y esperar que gane muchos premios, medallas y diplomas. Reflexionando sobre ello me di cuenta de que, cuando recibí algún homenaje, sólo fue grato a mis padres y parientes. No a mí. Me bastaba con estar con mis compañeras, una comida en paz o conseguir realizar los deberes correctamente. Estaba bien hacerles felices con ello pero... ¿realmente me querían por lo que era, por lo que hacía o querían eso que ellos no habían conseguido, extrapolando aquello sobre mí?

Así queremos a nuestros hijos...

Y entendí eso: Tantas exigencias, para qué. Hay personas que necesitan ser competitivas. Perfecto, que lo sean, es su carácter y disfrutan con ello. Pero, a otras, nos importa tres cominos el competir.  Me da igual ser la primera o la última, me da lo mismo ganar dos medallas o ninguna. Lo que quiero, realmente, es aprender a hacer bien el trabajo, ser una buena profesional en ello. Hombre, en el estado en que me hallo, si el galardón viene acompañado económicamente, mejor que mejor. Me hace mucha falta. Pero, si no, o si no lo necesitamos... ¿Para qué? 


Entonces, cómo queremos a nuestros hijos. Premiándolos y castigándolos o enseñándoles a corregir sus errores, dejar que se equivoquen y volviéndoles a enseñar hasta que aprendan. El castigo no debiera ser tal y el premio tampoco. Deberían ser enseñanzas, refuerzos para que la persona, tal y como es ella, madure y encuentre su lugar según ella sea no según las perspectivas que otros coloquen sobre ella.

Pues nada, dadme un más uno y leednos en Dudeklatero.

Os dejo una foto horrible. Pero mi hijo me regaló la corona. El mejor premio.


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@mariateresaalaezgarcia @MaríaTeresaInésAláezGarcía

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